Los 7 pecados de la comunicación en las organizaciones

Los 7 pecados de la comunicación en las organizaciones

Cuando no somos conscientes de lo que decimos ni de cómo lo decimos estamos arriesgándonos a perder oportunidades, a restarnos importancia, quitándonos valor y quitándosela a lo que hacemos. Y este proceso se intensifica cuando se da dentro de una organización, de un departamento o de un equipo. La necesidad de ser creíble y confiable pasa por contar -a tus socios, colaboradores o potenciales clientes- qué haces y por qué lo haces, y sentar así las bases de tu comunicación contigo mismo y con el entorno.

No hay que olvidar que es nuestra actitud la que determina el proceso comunicativo porque, en definitiva, somos lo que comunicamos. Cuando nos falla la empatía, nos centramos solo en nosotros, nos olvidamos de argumentar o de dar y recibir feedback -para crear espacios de mejora- y entramos en dinámicas muy poco constructivas: creando hábitos, costumbres y patrones que repetimos sin preguntarnos por qué lo hacemos.

Estas situaciones están presentes en todos los pecados capitales de la comunicación. ¿Te sientes identificado con alguno de ellos?

  1. Tomarte las situaciones de manera personal: Cuando te tomas las cosas personalmente, lo más común es que no tardes en sentirte ofendido porque todas tus fuerzas se concentran en llevar la razón, y así es fácil que se creen conflictos. Este es uno de los grandes pecados de la comunicación. Al tomarte las cosas de manera personal, no escuchas, ni te pones en el lugar del otro, no estás atento a sus necesidades y tu predisposición a recibir feedback es nula. El resultado es un estado de tensión proclive a la crispación donde existe un entorno totalmente contrario a la conexión: el aislamiento. ¿Cómo salvarla? No todo lo que sucede a nuestro alrededor nos compete ni somos responsables de ello.  Cuando te acostumbres a no tomarte nada personalmente, no necesitarás depositar tu confianza en lo que otros digan o hagan. Confía en ti para elegir con claridad y dar lo mejor en cada momento.
  2. Instalarse en la queja: Para que la queja no se convierta en un mal endémico dentro de una organización hay que reconducirla hacia la acción. Esa es la única manera de que no se enquiste: ser proactivo. Tendemos a quejarnos, a mostrar nuestro descontento, pero si caemos en ello de forma habitual sin ser capaces de aportar soluciones, nos estamos topando con una de las grandes trabas de la comunicación. Cuando te instalas en la queja, buscas culpables y entras en el victimismo, declinando toda responsabilidad sobre tus acciones. Encuentra espacios y momentos para comunicarte y crecer, responsabilizándote de tus pensamientos, emociones y acciones.
  3. No ser consciente de lo que comunicas a través del cuerpo: Cuando comunicas tienes que tener muy claro que lo que dices puede llegar o no al otro, pero lo que transmites con tu cuerpo se queda. Es esa la información que das, consciente e inconscientemente, y cuánto más congruente sea más confianza generará en tu público. Si lo que sientes, piensas, dices y haces no van en consonancia, tu cuerpo lo va a contar y tus interlocutores lo notarán. Obsérvate porque el mayor impacto reside en el lenguaje no verbal.
  4. Suponer en vez de preguntar. Pregunta. Las suposiciones son uno de los grandes ruidos de la comunicación. Nuestra interacción diaria está repleta de ellas: hacemos suposiciones con mucha ligereza y rapidez; suponemos que los otros piensan, sienten y deciden como nosotros e incluso que saben lo que queremos exactamente y así reemplazamos nuestra necesidad de comunicarnos. La única manera de no suponer tanto es preguntar para poner claridad.
  5. No hacer feedback: Si no conoces la opinión del otro, no puedes dar una respuesta a medida, no puedes argumentar ni crear espacios de mejora para los dos. Esto es lo que se consigue, dando y recibiendo feedback. Sin embargo, no estamos acostumbrados a hacer feedback porque nos da miedo que pueda dañar una relación o a no saber gestionar la reacción del otro. Hay que ser consciente de que el feedback no ataca la identidad, solo busca mejorar la manera de trabajar o el comportamiento de un equipo para aumentar la capacidad de comunicarnos de manera eficaz.
  6. Priorizar solo lo tuyo: Pensar que solo lo tuyo es importante nos limita, nos impide crecer, nos coarta y, por supuesto, nos impide comunicarnos fluidamente. La comunicación es una interacción permanente y cuando cierras el foco de atención, lo que estás haciendo es demostrar que no te interesa lo que hace el otro. Ponle gusto en conocer quien es el otro y descubrir lo que te une y no lo que te separa.
  7. No escuchar: Estamos tan sumidos en nuestra historia que no atendemos a lo que nuestro interlocutor nos está contando y cuando eso nos pasa, volvemos a querer llevar la razón. Si no pones atención en la escucha no empatizas, no hay apertura ni estás dispuesto a crecer: reduces tu comunicación a imponer tu razón al otro a través de tu juicio, con interrupciones, cambiando de tema o desvalorizando sus emociones imponiendo tu manera de ver las cosas. Potencia una comunicación proactiva para lograr los beneficios de esa escucha consciente.

¿Sabes ya cuál es el pecado comunicativo que más cometes?